Un cuento hecho conciencia

Érase una vez Pepito, no aquél grillo, conciencia de Pinocho, éste era de una mujer real, la que comete errores una y otra vez, pero que siempre trata de dar su mejor versión, para su conciencia. 

- ¿Pepito estas ahí? ¿Por qué te fuiste? ¿Te cansaste de ser conciencia? 

- Me preguntaba días atrás...

La vida te enseña que no todas las preguntas tienen prontas respuestas, sin embargo la ausencia de Pepito daba respuestas frías e hirientes.

- ¿Será que una mujer puede prescindir de su conciencia? 

- No, pero Pepito sí. 

Quería marcharse, buscar otros rumbos, pues refería: “somos muy diferentes, causas muchas angustias”. Claramente le destrozó, aunque el creyó que no tenía corazón como Pinocho 

- ¿Debía seguir sola? 

- El egoísmo no forma parte del amor, así que Pepito: … Eres libre.



Pasaron días y noches largas mirando al cielo, esperando alguna palabra o frase significativa o al menos una nariz enorme, que mostrará, habías mentido. 

Pasado incesante: -¿Ahora quién le cuestiona si ya no tiene conciencia? 

- Un día de perros, volvió a verle, su mirada se trasformó, reflejaba un profundo dolor y desilusión, aquél ya no era su conciencia.

- ¿Pertenecía a alguien más? 

Se invirtieron los roles, al parecer era Pinocho... 

- ¡Aparecí!

Se escucha una y otra vez la canción Shape of you, 20 llamadas perdidas y algunos mensajes notifica. 

- ¿Ahora la conciencia usa medios electrónicos para comunicarse? 

- ¿La mujer se ha portado tan mal o algo grave ha sucedido para buscarle? 

Su corazón que sí es real, queda paralizado y a la vez desea salir corriendo, debe huir de aquello que lastima, ya había despedido a Pepito, sin embargo aguarda por su conciencia.

Camina desconcertada a su encuentro, él pregunta: - ¿Por qué me tratas así? - ¿Por qué tu indiferencia?... Eran obvias las respuestas, el dolor y remordimiento confunden. 

Pepito con mirada temerosa y triste, lamentó mucho todo lo dicho, no fue lo que esperaba. Ella no quería verle a los ojos, sabe muy bien: la mirada trasciende y revela los sentimientos más profundos, así pues, era imprescindible que frente a ella tenía su pepito hecho alma.

- Hola pepito mio. 


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