Distancias, hermanos y autismo

- Tristes han sido estos años sin él, eso siento ante los sinsabores de la vida…

Un cuerpo palpable, pero un alma que se escapa de nuestra comprensión, aun muchas cosas no entendemos…  - 12 años visitándole en una institución de tierra caliente, son un pequeño bálsamo para el dolor que todos cargamos…

Desde nuestro Fómeque tardamos entre 4 a 5 horas para llegar… Creciendo, ambos tenemos bigotes, la postal de niñitos arrodillados junto a una volqueta de plástico en el parque es un bello recuerdo, que aún estremece ly que jamás volverá….

- Dos hermanitos, vestidos de la misma forma, les distinguen un cuadro clínico; un autismo complejo y unas tirantes color café. Su mirada ya era perdida…Coqueto sonrió, no entendía que se venía…

- Debía esperarlos, se iban una vez o dos a la semana hacia Bogotá, por las terapias. - Nadie decía que sucedía, sin embargo entré a la escuela y él no. 

Tenía que hacer los oficios y jugar solo, socializaba poco, al llamado del juego, únicamente ordenaba todos mis carritos en la ventana en una fila de lado a lado. Miraba al techo, se reía, daba dos vueltas sobre su eje y de repente corría por todo el pasillo del segundo piso. - Regresaba y me tocaba de manera repetitiva la camisa, movía el dedo índice a gran velocidad.


Cuando salíamos por los mandados, a veces me dada la mano, tenía ritos; se colocaba los zapatos al revés y las agujetas nunca logró aprender a atarlas, yo le ayudaba. Por las calles del pequeño pueblo algunos niños se burlaban; yo orgulloso le cuidaba y muchas veces al ver que lo empujaban, me alteraba; cuando reaccionaba no dejaba de patear al otro niño en llanto y sangre; no permitía ninguna ofensa ante las particularidades de mi hermano.  


Fotografía: Ana Romero

- Pasábamos a la tienda y siempre quería llevarse todo, todo le parecía curioso. Lo colorido les atrae mucho, debía estar alerta con el jabón. Durante toda mi escuela, fue pésimo el rendimiento escolar; se me perdían los cuadernos y nadie creía. 

- Javier los rompía y botaba, cuando llegó a los 8 años los mojaba o quemaba. 

Dejaba en pedacitos el dinero y mis juguetes; de la colección de 100 carritos conservo uno, el único que se salvó. Recuerdo sus llantos sin motivo, sus ojos miel, sus travesuras; un día enfermé y con extrema delicadeza se veía preocupado, me daba el agua y el medicamento. - Astuto se escondía, para no ayudar con los oficios y a la hora de la comida me robaba la carne.


Correteábamos por el trozo de carne, llorábamos y hacia carita de yo no fui… Le perdonaba todo. En la finca de Gachavita debía vigilar que no se fuera al nacimiento de agua o que no pasará ningún peligro, al momento de alimentar la ganadería, se sentaba y se comía las naranjas, no me dejaba nada.  - Por años hemos sacado objetos suyos, una forma de abordar el duelo por un hijo y/o hermano por enfermedad.

Ante las estrategias para sanar; la reconstrucción de la casa del campo, encontramos un plato que él usaba… El llanto regresó, nos volvimos a desboronar, en pedazos seguimos armando nuestro dolor y reconocemos que no es una situación sencilla, pequeñas cosas en un instante sueltan las suturas de las heridas y de repente la sangre hace lo suyo... 

Para cualquier familiar que se sienta identificado, les envío un mensaje de aliento, fortaleza y por favor nunca rechace ir a terapia psicológica, ni mucho menos los conceptos de la espiritualidad, fortalezca su alma y siga su camino, buscando aquello que le haga feliz.... 

  Nos encontramos en mis redes: Aldemeyer González



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