Amabilidad a la orden del día
Educación y cultura son mezclas
que explican en detalle los fenómenos psicosociales, allí podemos determinar si
por ejemplo un pueblo es amable o no, sin embargo los poemas pueden ser
confusos, algunas expresiones de agradecimiento o indiferencia son de difícil definición,
ante ello algunos ancianos por orgullo o quizás idiosincrasia pueden tener
comportamientos altaneros.
Dentro del supermercado, gritan órdenes,
y piden algunas cosas de mala manera, y luego de la venta no dan las gracias, o
la despedida, no sabemos si esto se deba a experiencias negativas o la misma
vejez, lo cierto es que en las nuevas generaciones se debe propiciar trasformaciones
psicosociales, se pretende entender que servir tiene su ciencia.
Los roles influyen, pues de
vendedor hay cuidado, detrás del mostrador hay mayor consciencia, mientras que
de comprador se suscitan otras características, algunos se sienten mal
atendidos y eso que pagaron en efectivo, mientras otros piden que les apunten
en la lista de fiadores., ante esto quienes pagan sin caridad se pueden molestar
ante las papas viejas, pero por no hacer problema decidieron no discutir, sin
embargo al llegar a la casa las familias
endeudadas sacan pecho.
Las discusiones sobre la amabilidad
y servicio se han dado en lugares sin letreros, ella no comió, exigente es de
campo y sumamente inconforme desea lanzarle las papas en la cara; idealistas comerán
mentiras en el pueblo que mide 6 cuadras por 7, donde no saludamos a todos, guardamos orgullos,
miedos, dolores, amenazas y unos profundos odios que son generacionales y comúnmente
en unos hogares nos educan a quien no saludar, ante ello nuestra amabilidad es
confuso, y descansa:
-
Camino abajo del
resguardo.
-
Entre la tumba dejamos
los honores y orgullos.
Desprecios entre familias y
hogares, suelen ser cadenas por repetir; nos duele el alma saludar a quien nos
lastimó. Aquellas heridas directas e indirectas, mientras se crece, uno desea
solo brindar amistad pero familiares, vecinos y padres limitan las intenciones
sociales, y súmele que la religión y
política incomprensiblemente nos separan.
Por mis tierras los encuentros con
la señora del salpicón de frutas son un desafía interno, del cual se detonan
una batalla; insistente elimina la cordialidad, de formas violentas hostiga la
compra y ante la constante negativa:
-
No, no, no señora
-
No, no.
Fatigosa desespera las almas del
pequeño pueblo, por ello mi papá ha decidió tener una estrategia de convivencia
para evitar el acoso, le dice con gracia:
-
Sus aguas de colores
causan diarrea.
Diarrea que puede palparse al
contempla una caneca sin refrigeración y ninguna norma de higiene, así que si
visitas o vuelves por Fómeque no olvides que las todas nuestras vanidades se
posan detrás del portón hecho pedazos:
-
Camino abajo del
resguardo.
-
Entre la tumba dejamos
los honores y orgullos.
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